Paredes de Nava, un encantador rincón de la comarca de Tierra de Campos en Palencia, se revela como una joya oculta donde la historia y la vida cotidiana se entrelazan de manera mágica. Situada a solo 20 kilómetros de la capital provincial, Palencia, esta pequeña localidad ha sido testigo de épocas vibrantes y profundas, donde cada piedra y cada calle parecen susurrar secretos de un pasado glorioso. Desde la Edad Media hasta mediados del siglo XX, Paredes de Nava no solo ostentó el título de ser el municipio más extenso de la provincia, sino que también emergió como un vibrante centro cultural y demográfico. En sus días de esplendor, la localidad rivalizaba con Palencia misma, convirtiéndose en un bullicioso núcleo de comercio y convivencia que atraía a gente de todas partes. Aquí, el latido del tiempo se siente con fuerza, y cada rincón cuenta una historia que invita a ser descubierta.
El paisaje que rodea a Paredes de Nava es un espectáculo natural que roba el aliento, donde la belleza de la tierra se mezcla con el murmullo del agua. La mayoría de las aguas pluviales se deslizan suavemente hacia la Laguna de la Nava, un paraíso endorreico que brilla como un espejo bajo el sol, rodeado de arroyos que se mecen con la suavidad de la brisa. Este ecosistema no solo es un deleite visual, sino que también es un refugio invaluable para la avifauna, ya que forma parte de la Zona de Especial Protección para las Aves de la Red Natura 2000. En este rincón de biodiversidad, las elevadas tierras del término, donde crecen encinas robustas que han soportado el paso de los siglos, alcanzan alturas de 892 metros sobre el nivel del mar. Desde estas cumbres, el horizonte se despliega en una majestuosa panorámica, y en días despejados, los visitantes pueden vislumbrar las imponentes montañas de la cordillera Cantábrica al norte, los montes de León al noroeste y la sierra de la Demanda al este, todo un festín para los sentidos que evoca una profunda conexión con la naturaleza.
Durante la Edad Media, Paredes de Nava alcanzó un esplendor y una prosperidad inimaginables, donde las calles vibraban con la actividad de una influyente comunidad judía que transformó la localidad en un próspero centro comercial. La vida aquí no solo era un ir y venir de comerciantes; era un crisol de culturas, donde las tradiciones se entrelazaban y el espíritu de convivencia florecía. En la época del Renacimiento, Paredes de Nava se convirtió en un lugar de referencia, superando incluso a Palencia en población. Este florecimiento cultural y social se manifiesta en la imponente iglesia de Santa Eulalia, un monumento nacional desde 1962, que no solo destaca por su grandiosidad arquitectónica, sino que también alberga el primer museo parroquial de España, inaugurado en 1964. Al atravesar su umbral, los visitantes son recibidos por un festín artístico que incluye obras maestras de Pedro Berruguete, el gran introductor del Renacimiento en España, y de su hijo Alonso, un escultor cuyo talento perdura a través de los siglos. En este templo, el arte no solo se observa, se siente, se respira; se convierte en un hilo que conecta a generaciones pasadas con el presente.
Pasear por las empedradas calles de Paredes de Nava es como embarcarse en un viaje a través del tiempo, donde cada paso se convierte en una danza con la historia. Las calles están adornadas con edificios singulares que emergen con orgullo, cada uno de ellos portador de relatos y memorias que han forjado la identidad de esta villa. Las casas blasonadas, testigos de un linaje noble, se alzan majestuosamente, mientras que el antiguo convento de las Hermanas Brígidas, de 1671, y la iglesia de San Juan, del siglo XV, susurran ecos de devoción y espiritualidad. Las ermitas, como la del Cristo de la Vera Cruz y la Virgen de Carejas, ubicadas en las afueras, ofrecen un espacio de paz y reflexión, donde el tiempo parece detenerse y el murmullo del viento se convierte en una suave melodía. El imponente inventario de edificios es un verdadero tesoro que incluye el antiguo Hospital de San Marcos, la iglesia de San Martín, hoy un Centro de Interpretación del Tierra de Campos y Oficina de Turismo, y la antigua sinagoga, que tras la expulsión de los judíos en 1492 se transformó en la iglesia del Corpus Christi. Todo ello constituye un rico legado que se siente y se vive en cada rincón de esta localidad.
Hoy, Paredes de Nava no solo se erige como un monumento a su pasado, sino que también abraza el presente con una energía vibrante. La Casa de los Títeres, un espacio mágico que alberga piezas de todos los rincones del mundo, es un testimonio del ingenio y la creatividad de sus habitantes. Aquí, la tradición se transforma en espectáculo, ofreciendo funciones y visitas guiadas que llenan el aire de risas y asombro, conectando a generaciones con la magia del teatro. A su vez, la localidad cuenta con una rica tradición ceramista, donde la destreza y el arte de Gerardo Pescador brillan con luz propia. Su taller, un espacio donde la arcilla se convierte en obra maestra, es un rincón donde la creatividad y la tradición se dan la mano, creando piezas que no solo decoran, sino que cuentan historias de un lugar que nunca olvida sus raíces.
Aquí, cada rincón, cada edificio y cada paisaje son un testimonio de un pasado glorioso y un presente lleno de vida. Ya sea que te pierdas en la inmensidad de sus paisajes o te adentres en sus calles cargadas de historias, Paredes de Nava promete dejar una huella imborrable en el corazón de todos aquellos que tienen la suerte de cruzar sus puertas. Este es un lugar donde el pasado y el presente se encuentran en una danza eterna, invitando a cada visitante a ser parte de su rica narrativa y a descubrir la magia que emana de cada uno de sus rincones.