Zaratán, enclavado en el fértil y vasto corazón de Castilla y León, se encuentra a solo un suspiro del bullicio de la capital vallisoletana. Desde esta ubicación privilegiada, a los pies de los Montes Torozos y abrazado por las aguas del majestuoso río Pisuerga, el pequeño pero vibrante municipio se yergue como una auténtica joya de la comarca, donde la historia ha dejado una huella imborrable. Cada rincón de Zaratán respira siglos de vivencias, leyendas y transformaciones, invitando al visitante a adentrarse en un lugar donde el tiempo parece haberse detenido, pero cuyas raíces están profundamente ancladas en el devenir de los siglos.
Los primeros pasos que marcaron el nacimiento de Zaratán se dieron durante la época de la ocupación romana, un período en el que este territorio estratégico a las orillas del río Pisuerga se convirtió en un importante enclave para el control del comercio y el transporte fluvial en la región. Sin embargo, fue en el contexto de la Reconquista y la posterior repoblación del valle del Duero, durante el siglo X, cuando la villa comenzó a forjar su identidad. Bajo la tutela del influyente conde Pedro Ansúrez, Zaratán vivió un periodo de florecimiento, desarrollándose como un señorío que supo aprovechar las oportunidades de expansión de los reinos cristianos.
Uno de los episodios más fascinantes y envolventes en la historia de Zaratán está marcado por la llegada y el asentamiento de la Orden del Temple, los míticos caballeros templarios que, con sus cruces rojas y su inquebrantable juramento de fe, dejaron una huella imborrable en estas tierras. Se dice que el rey Alfonso XI cedió a los templarios el Monasterio de las Huelgas, al que pertenecía este enclave. La presencia de estos monjes-guerreros no solo aportó un aura de misterio y leyenda a Zaratán, sino que también creó un vínculo profundo entre la tierra y las tradiciones espirituales y militares de la Orden. Los templarios, famosos por su destreza en el combate y su papel en la protección de los peregrinos que recorrían las rutas hacia Tierra Santa, convirtieron esta región en un espacio cargado de simbolismo y secretos que aún hoy fascinan a historiadores y curiosos.
Pasear por el casco antiguo de Zaratán es como abrir un libro de historia cuyas páginas están talladas en piedra, donde cada edificio, cada rincón y cada callejuela cuenta una historia ancestral. Aunque pequeño en extensión, este núcleo histórico ha logrado conservar ese aura medieval que tan fácilmente transporta al visitante a tiempos pasados. Aquí, las casonas blasonadas se erigen como testigos silenciosos del esplendor y poder de las familias que, durante siglos, gobernaron y protegieron estas tierras. Sus robustas paredes y los intrincados escudos heráldicos que adornan sus fachadas nos hablan de linajes nobles, de historias de poder, intriga y tradición que han quedado grabadas para siempre en la memoria de Zaratán.
Entre estas majestuosas construcciones se encuentra el Ayuntamiento, cuya arquitectura de origen gótico destaca por su solidez y elegancia. Este edificio, testigo de innumerables decisiones políticas y eventos sociales que marcaron la vida del pueblo, ha sido durante siglos el corazón administrativo y simbólico de Zaratán. Sus muros, cargados de historia, parecen susurrar al visitante relatos de conquistas, disputas y decisiones trascendentales que moldearon el destino de la villa.
Uno de los emblemas más destacados de Zaratán es la Ermita de Santa María de la Cruz, cuya construcción data de 1621, según los antiguos escritos parroquiales. Aunque originalmente fue un lugar de recogimiento y oración, en la actualidad ha sido transformada en un alojamiento rural y templo gastronómico, donde el visitante puede degustar la rica gastronomía local mientras se sumerge en el ambiente histórico que impregna sus muros. La fachada de la ermita, adornada con un escudo episcopal y un balcón en el que sobresalen la tiara papal y las llaves cruzadas, es un testimonio visual de la profunda conexión religiosa que ha marcado la vida de Zaratán a lo largo de los siglos. Hoy, esa antigua devoción encuentra un nuevo cauce en la celebración de los sabores y la hospitalidad, ofreciendo a los visitantes una experiencia única que combina lo mejor del pasado con las comodidades del presente.
Pero Zaratán no solo destaca por sus monumentos históricos, sino también por la preservación de su arquitectura tradicional. Las casas construidas con técnicas ancestrales de mampostería, ladrillo y tapial se mantienen en pie como guardianas del pasado, resistiendo el paso del tiempo y las inclemencias de los años. Estas construcciones, tan típicas de la región, son el reflejo de un pueblo que ha sabido adaptarse a las adversidades del clima y las necesidades de la vida cotidiana, sin renunciar a su autenticidad ni a su carácter castellano.
Entre estas construcciones destacan las casas señoriales, edificaciones que en su día pertenecieron a poderosos linajes y que hoy en día siguen luciendo orgullosamente sus emblemas heráldicos en las fachadas. La Casa Rectoral de los beneficiados de la parroquia, situada en la calle del Corro, es uno de estos ejemplos, con sus robustos muros de piedra que parecen haber sido cincelados directamente del pasado. Pero quizá la más intrigante sea la Casa del Santo Oficio, ubicada en la Plaza Mayor, conocida en tiempos antiguos como la calle del Pozo. Este edificio, que alguna vez albergó los oscuros misterios de la Inquisición, conserva un aura de misterio y solemnidad que invita a imaginar los secretos y decisiones que alguna vez se tomaron entre sus paredes.
Otro edificio de gran interés es la casa de las Tercias, ubicada en la calle del mismo nombre. Se cree que esta construcción perteneció al Monasterio de las Huelgas Reales de Valladolid, lo que la conecta directamente con la rica historia monástica y espiritual que ha impregnado estas tierras durante siglos. Sus gruesos muros y su sobria arquitectura hablan de una época en la que la religión y el poder terrenal estaban intrínsecamente ligados, y donde las decisiones que se tomaban en sus recintos podían cambiar el destino de pueblos enteros.
Pero si hay algo que refleja el verdadero espíritu de Zaratán, es sin duda la celebración de sus fiestas patronales, que tienen lugar 60 días después del Domingo de Ramos, en honor a Jesús Sacramentado. Durante estas fechas, las calles del pueblo se llenan de vida, color y tradición, en una explosión de alegría y devoción que une a toda la comunidad en un mismo sentimiento de pertenencia.
El acto central de las celebraciones es la procesión de La Custodia, un evento que simboliza la profunda fe de los habitantes de Zaratán. Durante esta procesión, los estandartes de las cofradías recorren el casco antiguo, acompañados por los niños que ese año han realizado su primera comunión. Es un momento de profunda emoción, donde la tradición y la espiritualidad se entrelazan, y donde los pasos lentos y solemnes de los fieles parecen resonar con el eco de siglos de historia religiosa.
Pero la fiesta no se detiene ahí. Los famosos encierros, celebrados tanto de día como de noche, llenan las calles de adrenalina y emoción, mientras los valientes corredores desafían el peligro y la velocidad de los toros en una tradición que, aunque arraigada en el pasado, sigue manteniendo su vigencia y popularidad. Las verbenas, las danzas castellanas y la animación de las peñas llenan de música, bailes y risas cada rincón del pueblo, creando un ambiente festivo en el que el visitante se siente inmediatamente parte de la comunidad.