Covaleda, enclavada al norte de la provincia de Soria, es mucho más que una simple localidad serrana: es un portal a la historia, un santuario natural, y un rincón donde el tiempo parece haberse detenido para preservar la esencia de épocas pasadas. Este pueblo, rodeado por los densos pinares que lo caracterizan, es un refugio para los amantes de la naturaleza y un deleite para aquellos que buscan las huellas de la historia. En Covaleda, cada rincón esconde un relato por descubrir, y cada piedra, cada árbol, guarda ecos de tiempos remotos que invitan a ser explorados con detenimiento.
La historia de Covaleda se remonta a la Edad de Bronce, y las pruebas de su antiguo linaje se encuentran repartidas por su territorio. Entre los hallazgos más significativos destacan las “Hachas de Apéndice y Talón”, encontradas en el Paraje del Becedo, que hoy reposan en el Museo Numantino de Soria. Estos artefactos, silenciosos testigos de una era lejana, nos recuerdan que esta tierra ha sido habitada durante milenios, y que cada generación ha dejado su impronta en los paisajes que la rodean. Pero no solo es el pasado más remoto el que vibra en Covaleda. La Edad Media también marcó su fisonomía con monumentos como las Tumbas Antropomórficas del Pozo San Millán y la Cuerda de los Morales, lugares de descanso eterno para aquellos que habitaron estas tierras hace siglos. Estas tumbas talladas en la roca son un poderoso recordatorio de la conexión profunda entre el ser humano y la tierra, donde la muerte no es el fin, sino una continuación del ciclo natural.
Uno de los grandes emblemas de Covaleda es el Puente de Santo Domingo, una joya del románico que cruza el imponente río Duero y que fue declarado Bien de Interés Cultural. Este puente no es solo una construcción de piedra: es un portal a un tiempo en el que los viajeros cruzaban sus arcos en sus peregrinaciones y comerciantes transitaban sus caminos. Su estructura milenaria sigue en pie, resistiendo el paso del tiempo, y conecta ambas orillas del Duero con una majestad que solo los monumentos antiguos pueden ofrecer. Pero no es el único puente que embellece el paisaje. A escasos kilómetros del casco urbano, el Puente de Soria, del siglo XVII, añade su propio encanto al escenario, regalando al visitante una vista espectacular donde el agua y la piedra se encuentran en perfecta armonía.
Explorar Covaleda es sumergirse en una red de rutas que no solo guían por senderos naturales, sino que también llevan al viajero a través de siglos de historia. La Ruta de los Puentes, una de las más recomendadas, ofrece un recorrido por los diferentes puentes que conectan las tierras de Covaleda, entrelazando la belleza del paisaje con la historia que emana de sus antiguas piedras. La Ruta de la Necrópolis, en el Paso de los Arrieros, es otra experiencia inolvidable. Este paraje, situado entre el cerro de San Millán y el Onsar de Pedro García, nos lleva a descubrir los restos de un muro que, según los expertos, data de los siglos IV al III a.C. Este vestigio nos ofrece una ventana a un pasado lejano y enigmático, donde los primeros pobladores de estas tierras dejaron su marca en la roca.
Sin embargo, no todo en Covaleda es historia. La naturaleza también despliega su majestuosidad en cada rincón. Los bosques que rodean la localidad son un refugio de vida y belleza. Desde los imponentes pinares hasta las sierras que envuelven al pueblo, cada paso entre los árboles es una experiencia que conecta al visitante con la esencia más pura de la naturaleza. Las sierras que se extienden alrededor de Covaleda, como Ambas Cuerdas, Bocalprado, Tejeros y la enigmática Piedra Andadera, esconden parajes que parecen sacados de un sueño. Estos montes son el escenario perfecto para los amantes del senderismo y la aventura, ofreciendo paisajes que invitan a la reflexión, al asombro y al silencio.
Para los más intrépidos, la Senda del Duero, también conocida como GR-14, es una ruta que sigue el curso del río desde su nacimiento en Duruelo de la Sierra hasta la desembocadura en Oporto, Portugal. Este sendero es una puerta abierta a la inmensidad de la naturaleza, ofreciendo a los caminantes la oportunidad de seguir los pasos del Duero mientras se maravillan con la diversidad de paisajes que atraviesa. El GR-14 no solo es una ruta física, sino un viaje espiritual, donde cada paso nos acerca más al corazón de la naturaleza y al fluir eterno del tiempo.
En el centro del pueblo, la Iglesia de Covaleda es otro de los tesoros que esperan ser descubiertos. Acceder a este templo es una experiencia casi mística: al subir por sus amplias escaleras y atravesar el arco conopial decorado con volutas, el visitante se sumerge en un ambiente cargado de historia y devoción. En su interior, el retablo barroco del siglo XVIII y la pila bautismal de estilo románico son testigos del arte sacro que ha florecido en estas tierras. Pero lo más impactante es la imagen del Crucificado articulado, cuya procesión en Viernes Santo atrae a cientos de fieles. Esta imagen, venerada durante generaciones, es un símbolo de la profunda fe que ha marcado la vida de los covaledenses a lo largo de los siglos.
Fuera del templo, la fachada de la iglesia guarda un detalle que no todos los visitantes logran notar: los impactos de bala que aún se pueden ver cerca de la ventana de la torre-campanario. Estos restos son un recuerdo de la sangrienta batalla entre carlistas e isabelinos que tuvo lugar en Covaleda el 12 de octubre de 1838, una fecha que marcó profundamente la historia local y que dejó tras de sí numerosas vidas perdidas.
Es un lugar donde la historia resuena en cada rincón, donde la naturaleza despliega toda su majestuosidad, y donde las gentes, profundamente enraizadas en sus tradiciones, reciben con calidez a quienes llegan a descubrir este paraíso oculto en Soria. Cada visita a Covaleda es una invitación a viajar en el tiempo, a perderse en sus sendas y a dejarse cautivar por la serenidad de sus paisajes. Aquí, el alma encuentra descanso, el espíritu se renueva y la aventura se vive en cada paso.